Cuando en 1907 los
amigos de Pablo Picasso vieron este cuadro por primera vez, reaccionaron con
estupefacción. Esta pintura, que no se expuso hasta 1916, es considerada hoy
una obra clave de la pintura moderna. Cinco mujeres de elevada estatura y
desnudas miran fijamente al espectador y exhiben su cuerpo en una actitud
impúdica y provocativa. Pero lo que llama la atención no es tanto su evidente
sensualidad como el estilo de representación artistica. Picasso, que era un
excellente dibujante, renuncia de repente a cualquier imitación de la
naturaleza y muestra una faceta opuesta y “primitiva”: todas las formas son
angulosas y toscas, como talladas con un hacha. Tambièn destacan los rostros
desfigurados de las dos mujeres de la derecha, cuyos rasgos esquemáticos apenas
parecen humanos.
A partir de 1906,
animado en parte por una gran retrospectiva de Gaugin y por sus visitas al
Museo de Etnología de París, Picasso se interesó por el denominado “arte
primitivo”. En particular, las tallas africanas en madera, con sus formas
reducidas y su simbolismo directo, despertaron en él tal fascinación que
adquirió varias figuras. Como ocurriría con frecuencia a lo largo de su vida,
Picasso transformó su hallazgo en una nueva forma de expresión artistica muy personal.
Se conservan más de ochocientos esbozos y estudios del cuadro, en el que
trabajó durante nueve meses. La obra fue concebida originalmente como una
escena de burdel. El título “Las señoritas de Aviñón” hace referencia a un
burdel situado en la calle Aviñón de Barcelona. En la versión definitiva
desaparecieron todos los elementos narrativos. La armonía está rota y la
perspectiva espacial fragmentada en facetas geométricas. El cuadro aborda dos
temas clásicos de la pintura, el desnudo y la naturaleza muerta, pero se aparta
intencionadamente de todas las reglas convencionales.
Las señoritas de Aviñón, Pablo Picasso |